Juan Alfonso de Figueroa Contreras

Juan Alfonso de Figueroa Contreras

Juan Alfonso de Figueroa Contreras

Sirva este capítulo para ver al detalle del tratamiento, tras la muerte, a un hombre de la alta sociedad herenciana del siglo XVIII.

Así tenemos el fallecimiento de Don Juan Alfonso de Figueroa y Contreras. En el Libro 5 de Difuntos, folio 194, vemos el apunte de la defunción de este herenciano, ocurrida el 3 de Enero de 1768, a los 79 años de edad.

Este personaje fue uno de los representantes de la clase noble de la localidad, y como era habitual en la época se casó (en dos ocasiones) con mujeres de su mismo estamento social. En primer lugar con Doña Ana Díaz Espinar, y en segunda nupcias con Don Ana María Remón de Moncada. Estas tres familias, los Díaz Espinar, los Remón de Moncada y la propia de los Figueroa Contreras, fueron los representantes del poder político en Herencia durante todo el siglo XVIII. El propio Alfonso de Figueroa y Contreras fue Alcalde de la localidad en 1731 y, posteriormente, en 1736.

Su poder económico era notable, siendo uno de los mayores hacendados de la villa. También se vio involucrado en los incidentes acaecidos a causa de la escasez del grano en 1735. Debido a la ausencia de grano en el pósito de Herencia, el precio del pan se elevó considerablemente y la población empezó a inquietarse. Los alcaldes recurrieron a la compra de trigo de Castilla –de la casa tercia del Prior en Consuegra- que transportarían hasta Herencia. Sin embargo, pronto se sospechó que el grano que se llevaba a Herencia no era de fuera sino de las cosechas de hacendados herencianos (entre ellos Juan Alfonso Figueroa) que en connivencia con los alcaldes sacaban beneficio del hambre del pueblo. Todo esto provocó numerosos tumultos, algunos de ellos muy graves (mayo de 1735). Sin embargo, parecer ser que nuestro personaje no se vio salpicado por el conflicto pues fue elegido alcalde un año después.

A la hora de su muerte, no deja de observarse esa gran importancia social y económica. Su testamento es impresionante (realizado el dos de octubre de 1768, tres meses antes de su muerte):

  • En primer lugar, por su posición social fue enterrado en la Capilla del Santo Cristo del Consuelo, en el Convento de los Mercedarios.
  • En el citado testamento encontramos también las misas concertadas para la salvación de su alma:
  • Una misa cantada de cuerpo presente y presencia de todo el cabildo eclesiástico y acompañamiento general.
  • Cuando cumpla el año, de nuevo, una misa cantada de cuerpo presente y presencia de todo el cabildo eclesiástico y acompañamiento general.
  • Para el descanso de su alma, el rezo de la nada despreciable de 2048 misas (habría para una misa diaria en los siguientes cinco años y medio).
  • Siguiendo con sus donaciones, aparece la de tres arrobas de aceite para la imagen de Jesús Nazareno, y dos arrobas de aceite para las imágenes de Jesús de la Columna, Jesús de la Pena y Jesús “el del Descendimiento”, que se encontraban, estos tres últimos, en la Ermita de San Bartolomé. A Nuestra Señora de la Asunción, en su ermita, y San Antonio Abad, en la suya, otras dos arrobas de aceite.
  • Por último, también ordena se den cien reales de vellón a Nuestra Señora de Guadalupe (Extremadura) y que quince reales de vellón se manden a los Santos Lugares de Jerusalén.

Los Albaceas de su testamento fueron Don Diego Benegasí, Don Antonio Figueroa y Don Francisco Matías Figueroa; siendo sus herederos Vicente Figueroa, Mariana Figueroa y Catalina Teresa Benegasí (sus hijos y nieta).

Como vemos el derroche de “quedar bien con Dios” era una de las máximas preocupaciones de la clase noble del siglo XVIII una vez llegado el momento final de su vida.

Que lejos está este apunte del que encontramos unos días después (11 de Enero de 1768) de Ana García-Miguel, viuda de José Bolaños; que fue enterrada como “pobre de solemnidad” en la ermita de Santa Lucía.

Ana García-Miguel
Ana García-Miguel

Una curiosidad más que cabe destacar de lo anteriormente expuesto, y tras pasar las tradicionales fechas de Semana Santa, es ver la existencia en aquellas décadas de mediados del siglo XVIII en la localidad de dos imágenes de Cristo en su pasión, cuyo fervor se ha mantenido hasta nuestro días (el Nazareno, del que ya existen referencias en el siglo XVI, y del Cristo de la Columna). Sin embargo, vemos como otras dos tallas han desaparecido (Jesús de la Pena y el Descendimiento)… ¿Cómo serían aquellas imágenes que se encontraban en la ermita de San Bartolomé? Como vemos, las tradiciones que hoy compartimos, son el resultado de una evolución secular en nuestro pueblo que debemos intentar recuperar.

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