El jueves 28 de enero a las 20:00 horas en el patio del Ayuntamiento de Herencia (Ciudad Real) se presenta el libro “Profesor de secundaria, claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias”, escrito por Andrés Carmona Campo y Antonio Fonseca Morales, profesores del IES Hermógenes Rodríguez desde el curso 2007-2008.
Vivimos un momento apasionante en el mundo educativo, los autores han querido hacer su aportación ofreciendo claves de cómo mantener la autoridad en el aula, cómo captar y mantener la atención en clase, o tratar adecuadamente a los diferentes tipos de alumnado. Plantean propuestas realistas y novedosas sobre metodología y evaluación, además de explicar y aclarar la jerga educativa que se utiliza en los centros educativos y cómo trabajar por competencias. Se plantean muchas ideas y experiencias útiles para encontrar la excelencia educativa y docente.
Desde el I.E.S. Hermógenes Rodríguez ha querido acercar a los autores a todos los lectores para conocer su visión de la educación. Dejamos a continuación la primera parte de la entrevista que han mantenido en el aula de filosofía del Hermógenes.
¿Qué es para vosotros la educación?
Es un término muy complejo que puede abordarse desde múltiples perspectivas. En el contexto en el que nosotros nos movemos, podríamos decir que consiste en lograr que el alumnado adquiera una serie de competencias necesarias para desenvolverse como individuo autónomo en su sociedad de referencia.
¿Cuál es el papel de la escuela en el siglo XXI?
De acuerdo a lo anterior, la escuela del siglo XXI debe hacer que el alumnado adquiera esas competencias necesarias que decíamos antes para ser autónomos en la sociedad en la que vivimos en el siglo XXI, no en la sociedad del siglo XX ¡o incluso en la del XIX!
¿Cuál sería el perfil de un profesor del siglo XXI?
Alguien preparado para educar a su alumnado en esas competencias, lo que implica dominarlas él mismo y estar formado para enseñarlas adecuadamente. Hoy en día no basta con ser un experto en una materia, sino que hacen falta otras capacidades, destrezas, etc., que podríamos llamar “competencias docentes”: un saber-hacer para enseñar en el siglo XXI, y que incluye, por ejemplo, dominar las nuevas tecnologías, saber idiomas, manejar emociones, etc.
Cuando sacasteis las oposiciones no os pidieron muchas de las competencias que se requieren ahora, ¿Por qué tendríais que actualizaros y saber idiomas, o manejar las nuevas tecnologías?
Porque sin eso no se puede educar al alumnado para que sea competente en el mundo actual. Por ejemplo, en la edad media, para poder acceder al conocimiento, tanto para enseñarlo como para aprenderlo, era necesario saber latín, porque todo el saber estaba escrito en latín. Hoy en día, el latín del siglo XXI es el inglés, nos guste o no. Y ese saber ya no está en las bibliotecas tradicionales solamente, está en internet y se accede con las nuevas tecnologías. Si entendemos que un profesor en la edad media tenía que saber latín, es fácil comprender que uno del siglo XXI debe saber idiomas y nuevas tecnologías.
¿Por qué habéis decidido escribir un libro con este contenido?
Al principio estaba dirigido al profesorado novel, al que empieza o quiere empezar en la enseñanza. Queríamos ofrecerle consejos muy prácticos, desde la experiencia, que no están en otros libros o cursos, para que no se llevara sorpresas ni metiera la pata en sus primeros días. Con el tiempo, nos dimos cuenta de que lo íbamos escribiendo resultaba útil para todo el profesorado, no solo para el que empieza, porque todos los cambios en la
Educación requieren de un reciclaje o actualización de todo el profesorado, también del más veterano.
¿Por qué lo escribisteis juntos?, ¿compartís todo el contenido del libro?
Porque los dos teníamos el mismo interés en escribir algo dirigido a quienes empiezan y compartir nuestras experiencias para que fueran útiles a quienes quisieran leerlas. Además, coincidíamos en muchas cosas. No obstante, no estamos de acuerdo en todo, pero era más lo que teníamos en común que lo que no, por eso decimos hacerlo entre los dos. Además, el trabajo cooperativo es otra de las apuestas del libro, y el propio libro es un ejemplo de ello en su elaboración.
¿Es un libro para ser leído por alumnos y padres?
Principalmente, es un libro de profesores para profesores, porque está orientado de forma muy práctica a los docentes y su trabajo diario. No obstante, hay ideas generales sobre la educación, el proceso de enseñanza-aprendizaje, etc., que puede ser también útil para padres, alumnos, y cualquiera que, en general, tenga cierto interés en la Educación.
¿Es un libro de autoayuda para profesores noveles?
No. Es más, rechazamos la literatura de autoayuda, como decimos en la introducción del libro. Si por autoayuda entendemos que es un libro en el que el docente novel (y el veterano) va a encontrar consejos prácticos y útiles para su trabajo diario, sí puede serlo. Pero si por autoayuda entendemos lo que se vende bajo esa etiqueta en las librerías, entonces no, no es un libro de autoayuda. La literatura de autoayuda viene a decirte que cualquier cosa es posible solo con imaginarla, ser positivo y sonreír por las mañanas, sin más que eso o si acaso con ayuda de algún principio “mágico” o pseudocientífico, y nosotros no pensamos eso.
¿Cada maestrillo tiene su librillo o pueden tener un libro común?
Ambas cosas son necesarias y complementarias. Hay aspectos comunes, principios generales, que es bueno y deseable que todo el profesorado tenga en común. Pero luego cada docente es particular y tiene su forma concreta de personalizarlo y adaptarlo a su forma de ser y de enseñar, y ahí lo que vale para uno no tiene que servir, necesariamente, para otro. Pero creemos que se podría decir lo mismo casi de cualquier disciplina científica, artística o deportiva.
¿El buen profesor nace o se hace, enseñar es una ciencia o un arte?
Tiene su parte de ciencia y su parte de arte, pero es que incluso la ciencia tiene su parte artística y el arte la científica. La realidad no está compartimentalizada, no está dividida en departamento estanco, separados unos de otros. De ahí que en el libro apostemos por la interdisciplinariedad, porque se ajusta más y mejor a la realidad de las cosas. El buen profesor debe tener una vocación y unas aptitudes que podríamos decir que es con lo que “se nace”, pero también debe aprender y desarrollar unas actitudes y habilidades que son la que “lo hacen”.
¿Qué retos tiene la educación en general y los institutos en particular?
Podemos decir que son de dos tipos. Por un lado, adaptarse a las exigencias que nos impone la realidad de las cosas en el siglo XXI, que ya es muy distinto del siglo XX y eso que no ha pasado mucho tiempo. Y por otra parte, incidir también de modo crítico y transformador en esa realidad para que pueda llegar a ser la realidad que queremos y no solamente la que se nos impone sin más. De nuevo la complementariedad: si queremos transformar las cosas, primero debemos conocerlas tal cual son, aunque solo sea para cambiarlas.
¿Cómo habéis aprendido vosotros, cuáles han sido vuestros referentes, cuáles son vuestras fuentes de inspiración?
Son muchas y variadas. Por una parte, el ejemplo y la experiencia ajena, de compañeros de trabajo o de otros docentes de otros centros con los que compartes inquietudes, conocimientos, experiencias, etc. Por otro lado, lecturas y lecturas sobre educación, pedagogía, didáctica, neurociencia, psicología, etc.
¿El libro es autobiográfico, recoge lo que vosotros hacéis en vuestras clases?
El libro es, en gran parte, muy personal, en el sentido de que recoge muchas de las experiencias en clase que ponemos en práctica y que hemos visto que funcionan y nos parecen adecuadas, igual que señalamos lo que consideramos errores y que también hemos cometido nosotros mismos muchos de ellos. Por otra parte, tiene también una parte de retos a lograr por nosotros mismos. Actualizarse y ponerse al día no es algo que se haga de un día para otro, y muchas de las ideas que decimos en el libro las estamos empezando a incorporar o las vamos introduciendo poco a poco, experimentando con ellas en algunas clases, en algunos cursos, probándolas, evaluándolas, aprendiendo de ellas.
¿La autoridad no es algo del pasado, de otra época, ahora no se tiene que educar con otros principios, inteligencia emocional, empatía…?
Al revés, la autoridad es algo muy actual, de hecho, la autoridad es algo imprescindible. Lo que pasa es que no hay que confundirla con el autoritarismo, que es otra cosa muy distinta y contraria a la autoridad. Es algo que nos parece tan importante que le dedicamos el primer capítulo del libro. Por ejemplo, Mahatma Gandhi era (y es) una autoridad, y no le faltaba manejo de las emociones, la empatía, etc., más bien al contrario, y de ahí su autoridad.
¿Cómo consigue un profesor tener autoridad en una clase con 25 ó 30 adolescentes?
Para empezar, creyéndosela. Si no tienes seguridad en ti mismo no puedes tener autoridad. Pero esa seguridad procede de la autenticidad, de que verdaderamente te guste tu trabajo y tengas vocación para lo que estás haciendo. Y nuestro trabajo consiste en enseñarle a jóvenes que no quieren aprender y que prefieren hacer otras cosas y que, por eso mismo, se van a rebelar y nos van a poner en apuros. Si no piensas que tu trabajo
consiste en lograr que esos jóvenes acaben aprendiendo y disfrutando de haber aprendido, entonces falta la vocación, fallará la seguridad y no habrá autoridad.
¿Para qué os ha servido en vuestra labor docente la formación universitaria, qué habéis echado de menos?
La Universidad te especializa en un área de conocimiento y te da la formación necesaria para esa especialización. Ahora bien, una cosa es ser un experto en un tema, y otra muy distinta saber enseñárselo a chicas y chicos de 14 o 15 años y que lo aprendan. Tal vez eso es lo que echamos de menos. La Universidad forma a los maestros (de Primaria), pero no a los profesores de Secundaria, de ahí que, en nuestros tiempos por lo menos, el profesorado supiera muy bien su materia, pero le faltaran recursos didácticos, pedagógicos, metodológicos, etc., para hacer su trabajo. Es decir, había buenos matemáticos, buenos físicos, buenos músicos, buenos filósofos… pero malos profesores de matemáticas, física, música o filosofía. Malos en el sentido de poco formados para enseñar, y que tenían que aprenderlo de forma autodidacta, por ensayo y error, sin apenas ayuda, y a duras penas. El CAP (Curso de Adaptación Pedagógica) de entonces se suponía que enseñaba eso pero era ridículo, era un mero trámite. No sabemos si hoy día con el Máster de Secundaria habrá cambiado lo suficiente.
¿Por qué es tan importante el primer día de clase?
Por la importancia psicológica que tiene la primera impresión, porque genera una imagen, expectativa o prejuicio que ya va a extenderse por inercia al resto del curso. Lo que pase esos primeros días condiciona a todos los demás. Y luego cambiar eso es muy difícil. De ahí que, si el primer día se hace bien, el resto del curso funciona bastante bien igualmente. Pero si se hace mal, el resto del curso se va a resentir.
Vivimos en una sociedad democrática y queremos educar al alumnado para ser auténticos ciudadanos, ¿las normas deben consensuarse con el alumnado y deben ser el resultado de acuerdos democráticos entre toda la comunidad educativa?
En la medida de lo posible, sí. Pero solo en esa medida. La democracia es un concepto que no puede predicarse de cualquier cosa sin pervertir su significado. La democracia presupone la isonomía o igualdad entre los ciudadanos: la democracia solo pueda darse entre iguales. Pero la relación profesor-alumno (o la de padre-hijo, adulto-menor o la de médico-paciente) no es de igualdad, en el sentido de que no hay igualdad en conocimientos, responsabilidad, prudencia, etc. De hecho, esa es la razón por la que no votan los menores pero sí los adultos, y no hay un déficit democrático porque los niños no voten. Las normas básicas o fundamentales debe ponerlas el profesorado, lo que no quita que debe explicarlas y hacerlas comprender al alumnado, y progresivamente, dependiendo del curso, hacerles participar en el proceso de elaboración o concreción de esas normas. Lo que sí que no podemos hacer es engañar al alumnado, decirles que vamos a hacer las normas entre todos y luego no aceptar resultados “democráticos” del tipo “se puede comer en clase” o “puedo ver el whatsapp en clase” si es que votan eso por mayoría.
¿”Los castigos” deben estar presentes en los centros educativos?, ¿”los castigos” no son un fracaso de la educación?
Nosotros usamos el término “castigo” en el sentido más psicológico del término, como algo que el sujeto interpreta y experimenta como algo que es desagradable y que le sirve para evitar la conducta que le lleva a él. En sus justos términos, bien aplicado y bien utilizado, es útil y necesario en el aula, aunque indeseable, pero más o menos como las multas de tráfico. Lo que no puede suceder es que alguien pretenda basar su autoridad, el control del aula o el buen ambiente de aprendizaje recurriendo solamente o principalmente al castigo o al miedo al castigo. Eso sí sería un fracaso de la educación. El castigo es necesario en su justa medida, por lo menos en el mundo real.
¿No os parece una barbaridad pedagógica que se castigue a un alumno con copiar un texto o frases repetidas?
No. Se trata de un castigo, sin más. Un castigo, para serlo, debe ser desagradable, si no, no es un castigo ni cumple su función. Y perder un rato del recreo copiando un texto es algo totalmente desagradable para un alumno, mucho más que expulsarlo de clase (que puede ser un premio, en realidad, para el que no quiere estar en ella). Concebido tal como nosotros lo planteamos en el libro, pensamos que cumple su objetivo. Ahora bien, el objetivo no es castigar por castigar, sino mucho más. La barbaridad sería pretender que solo con hacer ese tipo de castigos ya está todo hecho.
Lo importante son los contenidos, los alumnos tienen que saber matemáticas, lengua, física, historia…luego tienen que superar los exámenes de la PAEG. ¿Qué es eso de educar por competencias?
Otra cosa totalmente distinta, aunque no contraria ni excluyente de los contenidos. Las competencias son un saber-hacer, pero como algo integrado en una unidad inseparable, no es un saber por un sitio y un hacer por otro, no es la teoría por una parte y la práctica por otro. Es un saber haciendo y un hacer sabiendo, un saber que se muestra en lo que se hace y un hacer que requiere de un saber para hacerse. En este modelo competencial, el objetivo son las competencias o saber-hacer, y los contenidos son los medios que se utilizan para lograr ese saber hacer, pero ellos no son el fin. No se trata de saber tal o cual contenido en el sentido de memorizarlo y soltarlo en un examen, sino de mostrar lo que se saber hacer con ese contenido en un contexto real o hipotético. De ahí el gran cambio que supone en la metodología y orientación hacia los escenarios, los proyectos, los trabajos cooperativos, etc.
Sobre los autores del libro Profesor de Secundaria, claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias
Andrés Carmona Campo es licenciado en Filosofía y en Antropología Social y Cultural, además de Máster en Filosofía. Funcionario de carrera de Educación secundaria y autor de varios textos en revistas especializadas y ponente en diversos Congresos, Jornadas y Cursos sobre filosofía y divulgación científica.
Antonio Fonseca Morales es profesor de Educación Física, coordinador del Proyecto de Innovación Educativa “Juegos del mundo, propuesta de integración y aprendizaje cultural mediante el juego”. Ponente habitual de cursos en centros de formación del profesorado. Ha publicado un ebook “Nuevos métodos de entrenamiento en la resistencia en tenis” y de diversos artículos en revistas especializadas en didáctica y educación física. Tutor de prácticas de alumnos de Prácticum del Grado de Ciencias del Deporte.