Nos hacemos eco de un artículo de opinión aparecido en el diario Lanzadigital referente a la retirada de las placas del convento de La Merced de Herencia bajo el título «El muro desnudo. La iglesia de la Merced de Herencia» y firmado por Diego Peris.
El Ayuntamiento de Herencia ha decidido, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, la retirada de unas placas colocadas en la fachada de la iglesia de la Merced de la localidad. La ley en su exposición de motivos dice: El espíritu de reconciliación y concordia, y de respeto al pluralismo y a la defensa pacífica de todas las ideas, que guió la Transición, nos permitió dotarnos de una Constitución, la de 1978, que tradujo jurídicamente esa voluntad de reencuentro de los españoles, articulando un Estado social y democrático de derecho con clara vocación integradora. Y en base a ello declara en su artículo primero que la Ley tiene por objeto reconocer y ampliar derechos a favor de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, o de creencia religiosa, durante la Guerra Civil y la Dictadura, promover su reparación moral y la recuperación de su memoria personal y familiar, y adoptar medidas complementarias destinadas a suprimir elementos de división entre los ciudadanos, todo ello con el fin de fomentar la cohesión y solidaridad entre las diversas generaciones de españoles en torno a los principios, valores y libertades constitucionales.
Y en base a ello en su artículo 15 se dice: “Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”. La retirada suscita reticencias por parte de algunos vecinos pero finalmente se han quitado de la fachada de la iglesia de Herencia cumpliendo lo que dice la ley y abriendo un camino más a la reconciliación que se propone en la misma.
El muro desnudo.
Surgen ahora propuestas sobre qué hacer en lugar de esas placas. Y aporto a ello mi humilde opinión basada en dos consideraciones. El muro desnudo de la iglesia es el mejor símbolo de reconciliación. La iglesia construida hace siglos ha sido lugar de reunión de la comunidad del lugar durante décadas y esa imagen es la que debe seguir presentando el edificio fuera de todas otras referencias de pensamiento personal. La colocación de nuevos elementos no sería sino el reconocimiento de la existencia de algo que hemos borrado en un determinado momento. Porqué no dejar ese espacio como ha estado durante siglos y no valorar un momento menor de su historia en el que se ha utilizado el templo como lugar de referencia de una determinada forma de pensar y actuar que ha causado daño y separación. La mejor referencia de reconciliación y de encuentro es la recuperación de la imagen del templo en su aspecto limpio y desnudo. El silencio de sus paramentos es el mejor lenguaje de la posible pluralidad que es capaz de generar encuentro y reconciliación en la diversidad.
Y junto a ello un tema, no menor, referido a los valores patrimoniales del edificio. La colocación de unas placas como las que se quieren colocar alteraría gravemente la imagen y la composición del edificio introduciendo acentos innecesarios de una calidad dudosa en sus valores artísticos. La composición de la fachada de la iglesia en su sobriedad y en su austeridad máxima se resuelve con el pequeño acento del tratamiento de la entrada. No añadamos ahora elementos y acentos innecesarios.
Visto en: lanzadigital.com