¿Dónde estáis, compañeros discapacitados?

¿Dónde estáis, compañeros discapacitados?

Por José Luis Gómez-Calcerrada Gascón.

Acababa e llegar a casa y oi en televisión unos comentarios, muy merecidos, sobre Raffaella Carrá, fallecida hace unos días. . De fondo, una de sus más celebradas canciones: FIESTA “Da questa será cambia mia vida…”. Si traigo a colación esta tarareada canción es porque desde hace mucho tiempo la canción se había convertido en complementaria para definir mi estado de ánimo.En esta ocasión, la alianza estado de ánimo y la oportunidad de la canción originó el efecto previsto: unas gotas de felicidad, la que me daría la excursión que íbamos a comenzar .

Y es que ese mismo día , a primera hora de la mañana, propuse a RAFI una excursión a la zona centro de Madrid, en busca de las rebajas que tan prolíficamente se anuncian en carteleria y en medios de comunicación. La oferta de descuentos del 50% ejerció en mí un efecto consumista que a veces criticamos, pero qué también practicamos. Ahora quedaba organizar los aspectos logísticos de traslado y movilidad en “busca del Santo Grial”. Es verdad que en los últimos años había hecho algunas excursiones a la zona comercial por excelencia, casi siempre para comer con amigos, aunque gran parte de estas comidas las celebramos en los aledaños de mi casa para contrarrestar mi cada vez más escasa movilidad, hoy total.

Para hacer posible lo descrito anteriormente, previamente hice una tarea de zapa, que culmino en un listado medidor del grado de dificultad de acceso a restaurantes, museos y otros escenarios como el CIRCO PRICE, CAIXAFORUM, etc. Lo dicho sin conclusiones no tendría valor alguno si no dijésemos que algo más del 50% de los establecimientos no presentan soluciones inmediatas, tal es es el caso del acceso por la puerta principal que a veces ponen un relleno de madera que salva la entrada al local pero que una vez dentro, aparecen nuevos desniveles, imposibles de superar. De los servicios ni habló.

Volvamos a la excursión propiamente dicha. Recuerdo la hora de ida por la señalada en la Puerta del Sol, 11 horas; así como la de vuelta, que también por el mismo reloj señalaba las seis y media de la tarde. Fueron seis horas y media, trepidantes, maravillosas y mágicas.Es que entre la pandemia y, en mi caso, además los años que vengo asistiendo atónito a unos avances espectaculares en los niveles de afectación de enfermedades crónicas y que desde la primavera del año 2014 las intervenciones quirúrgicas, algunas de gran calado, han alcanzado los dos dígitos. No busques y compares, que mi comparativa no tiene parangón : caso único e irrepetible, me dice algún cirujano con el que logró conectar con su aspecto humano. Difícil, es verdad, pero posible. A lo del cirujano me refiero.

La espera del bus 50 fue corta y el trayecto entretenido. Coincidimos con el profesor Lillo del colegio San Alberto Magno, por el que han pasado mis hijos hasta la universidad, enhebramos una animada conversación, en la que me anunció su inminente jubilación. Por su parte, RAFI se sentó junto a Dolores, vecina y amiga a la que hace unos diez días se murió Carlos , su marido,con el que yo compartía un avanzado parkinson. Tan reciente estaba la defunción que es fácil suponer el tema de la conversación.

El recorrido del “50” está vinculado al Madrid de los austrias: Calle Segovia, calle 30, acueducto de la calle Segovia, catedral de la Almudena, Palacio Real, cúpula de la basílica de San Francisco el Grande, las Vistillas, Catedral de San Isidro en la calle de Toledo, Cava Baja, Plaza de la Santa Cruz y Plaza de las Provincias, Palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores. Si al inicio del recorrido , llegando a la calle Segovia, retrocediésemos unos 100 metros por el Pte Segovia en dirección al Paseo de Extremadura, observaríamos la vista más espectacular de Madrid, destacando el Madrid neoclásico y los edificios España y Madrid, ambos en la Plaza de España, en su día los más altos.

Si al final de parada en la calle Atocha, frente al palacio de Santa Cruz, nos dirigiésemos a cruzar un túnel de viviendas, apenas 10 metros, de pronto descubriríamos la Plaza Mayor, plaza de plazas que se recrea en su inmensidad y en la que uno se siente integrado y para nada empequeñecido. Es la cuadratura del círculo: Plaza Mayor cuadrada y círculo de la plaza de toros que en tiempo de los Austrias sé instalaban para disfrute de los madrileños. Es este un momento, el de la entrada a la Plaza, verdaderamente espectacular, en el que cada uno se disfraza mentalmente de lo que la vista le sugiere. En mi caso lo tuve claro: torero entrando a la plaza por la puerta de toriles.

Pasear por estas calles del Madrid antiguo, me trae recuerdos imborrables. Han pasado más de 40 años y recuerdo a los serenos que con sus chuzos, sin necesidad de utilizarlos imponían un orden prusiano. Con algunos hice una amistad más que notable.

Sin embargo, si algo me marcó en el sentido humano, más allá de la relación económica entre patrona y huésped, fue el recorrido de pensiones que hice, de las que guardo un cariñoso recuerdo. Madrid es grande, pero mi elección para pernoctar siempre estuvo en la zona que estoy describiendo. Es por ello que cuando he tenido ocasión de pasar por los aledaños del barrio me fluyen recuerdos de los que conservo los detalles más nimios . La calle Espada en Tirso De Molina y doña Fernanda y don Fernando al frente de la misma; calle doctor Cortezo, asturianos y el marido sereno; calle De la Cruz , 26, con doña Anselma de capitana general; calle Veneras con el aliciente de tener en el bajo del edificio el club – salón de baile Alex; calle Meson de Paredes, con doña Ramona al frente; residencia en la calle Preciados, de la que recuerdo al americano Pollito, enamorada del flamenco y se pasaba meses en el Sacromonte granadino.

La desviación del objetivo principal de esta salida, es la de acudir a las rebajas, lo que hicimos según lo previsto, aunque no puedo ocultar por mi parte que está salida tenía también un componente sociológico: averiguar si se daban las mínimas condiciones para que el discapacitado tenga margen suficiente para afrontar con vida propia los inconvenientes derivados de sus enfermedades crónicas.

Dejamos el bus con la incertidumbre de si lograría pasar la plataforma que te sirve de pista de aterrizaje. Para llegar a El Corte Inglés elegimos tomar la calle de la Bolsa, donde se encuentra el edificio que sirvió de bolsa en un magnífico estado; hoy trasformado en restaurante dirigido al turista. Alcanzada la plaza de Jacinto Benavente, caminamos por Carretas hasta desembocar en esa plaza de pueblo grande que es la Puerta del Sol. Un par de polos y unas zapatillas conver, pusieron punto final a mis compras. A decir verdad, habría que añadir dos pantalones cortos y una camiseta, que adquirimos en Springfield. Para entonces a este mini grupo de asalto se había unido mi hija Laura con intención de comer con nosotros. Si no fuera…se podía pensar en lo patético de mi actuación. Ropa para vestir un cuerpo deteriorado por un parkinson que me consume y envejece: si, pero precisamente en esto consiste mi apuesta, en luchar hacia ninguna parte, pero luchar siempre.

Propuse a lomos de mi carrito eléctrico ir a comer a SAPORE DI SALE, en Ventura De la Vega, pero madre e hija saltaron al unísono: bocadillo de calamares. Hace años, esa contestación dirigía a un par de establecimiento: uno en la calle Postas y otro, quizás el más famoso, la Campana. En realidad hoy día ponen calamares en todos los bares y restaurantes de la Plaza Mayor. El elegido por Laura fue “Don Calamar”(en la Plaza Mayor ), ya que en la Campana había qué hacer cola. La comida resultó inmejorable: plato de aceitunas, tres espléndidos bocadillos, una mixta de patatas bravas y ali olí y dos cañas y una Coca Cola; solo puedo decir que no sobro ni una miga de pan y que el coste fue de 22 euros, sentados. Vamos que estoy deseando de volver y volveré .

En la visita a Springfield, cuando pasamos al probador, me vino un pensamiento sobre la simbiosis que formabamos el carrito y yo. En algún momento nos entró la risa floja ante la foto del momento: Laura, subida en la silla del probador, Rafi, agarrada a mis espaldas y yo, en calzoncillos con las piernas en alto . El había asomado la cabeza en el probador, al tiempo que las ruedas traseras asomaban al hall impidiendo el paso por el distribuidor de cuatro pobadores. Como sería que cuando llegue al probador todo eran atenciones y cesiones hacia “el pobre minusvalido “, lo de después mejor no lo cuento.

Hay que sacudirse el pesimismo, lo que no hagamos no existe. Hay que romper ataduras y rechazar el conformismo. Donde está escrito que los discapacitados seamos tristes. CUIDADO, no nos acomplejemos y nos refugiemos en la melancolía . No pidamos a nuestro entorno lo que no nos pueden dar. Lo que consigamos depende principalmente de nosotros. El problema es nuestro, por eso hay que estar preparados a los momentos en el que el teléfono deje de sonar o cuando los amigos poco a poco hagan su vida y no la del “cojitranco”.

En esta bocanada de vida que me ha supuesto esta excursión, me entristece la constatación de que en más de 6 horas de deambular y unos 5 Km de callejear, tan solo vi un carrito de minusválido. El dato es demoledor , que en la capital de España, en la zona en la que existen más superficie transformada en peatonal y en la se asientan las grandes superficies y las mejores marcas, solo mi vista haya contemplado un carrito de discapacitado, nos obliga a plantearnos la pregunta con la que título esta nota: “DONDE ESTÁIS”, donde os metéis,

A las seis y media de la tarde, como si de la “Cenicienta” se tratase, la excursión tocaba a su fin, y a pesar de que Madrid resulta difícil para pasearlo, hemos logrado romper el maleficio. Por cada lugar que hemos pateado no he dejado de hacerme la misma pregunta : como es posible que siendo tantos se nos vea tan poco. En mi caso, seguro que un día cómo el que he descrito, en otros tiempos sería normal, mientras que ahora se convierte en extraordinario.El filósofo francés Edgar Morin que acaba de cumplir cien años, piensa que la vida es una gran aventura en la que hay que saber adaptarse a las circunstancias e incertidumbres.

Pues eso…..

JL G-C G / 9-7-2021

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