Al acercarse la santa semana en la que los cristianos vamos a rememorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, redentor del género humano, desde el convento mercedario de Herencia, a la altura de sus 350 celebrados años, queremos ahondar en la personalidad arrolladora del fundador de la Orden de la Merced, de San Pedro Nolasco. Lo hacemos partiendo de la artística imagen que descubrimos en el citado convento.
Poseyó la Merced herenciana barroca talla del fundador que pereció, como casi todo su arte antiguo, en nuestra pasada guerra civil. La actual talla cumple ahora medio siglo, data de 1956, en aquel año se conmemoraba lo que se pensaba era el VII centenario de la muerte de Nolasco. La prestigiosa revista madrileña “Estudios” dedicó un número monográfico a la figura de San Pedro Nolasco, en el que investigadores e historiadores evocaban la muerte del fundador. Y es que, desde mediados del siglo XVII, se venía pensando en la noche de Navidad de 1256 como data del deceso. Hoy, tras descartar años como el de 1249, se baraja como fecha más probable de la muerte, el 6 de mayo de 1245. Día y mes, estos últimos, en los que se celebra actualmente la fiesta del santo.
Los religiosos mercedarios de Herencia, con su comendador a la cabeza, P. José Agustín Aguiar, pensaron que una buena forma de honrar la memoria de su fundador era restituir al convento su venerada imagen. El convento quedó huérfano de Padre desde la incivil guerra, y era llegado el momento, más que propicio, de reponerle de nuevo mediante una talla artística. Pensaron para ello en el prestigioso Taller de Don José Rabasa Pérez y de Don Antonio Royo Miralles, sito en la calle de la Trinidad de la ciudad de Valencia. Los señores Rabasa y Royo se comprometieron a trabajar la imagen del fundador, tallada en madera de pino debidamente seco y de primera calidad. Toda la figura, y más especialmente el rostro, se reviste del especial misticismo que acostumbra a usar el taller referido. Emana, en toda ella, una gran religiosidad favorecida por su extremado acabado. La decoración del hábito mercedario es sumamente rica, tanto en el conjunto como en los detalles, ésta se reviste de magníficos adornos dorados y cincelados a mano, siendo por su riqueza un trabajo cabal. Las carnaciones del rostro, manos y pies son al natural, realzando al santo de forma evidente. Porta una aureola cincelada a mano que ennoblece su figura. El coste de la talla ascendió a 17.000 pesetas.
Dejando de lado la rica y recargada iconografía de la nueva efigie, llena de elocuentes símbolos, queremos reparar hoy en el semblante que ofrece: Nolasco, extasiado de amor santo, sostiene y venera una imagen crucificada de Cristo redentor. Se trata, de lo que la tradición mercedaria denomina “el verdadero rostro de Nolasco”, una especie de Vera efigie, en la que aparece como segundo redentor, imitador fiel del primero, de Cristo clavado en la cruz. A este propósito, recuerdo una de las más tradicionales estampas difundida en los conventos mercedarios en ella, Nolasco en recogimiento ora ante Cristo crucificado. Una cartela inferior, dentro de la misma estampa, posee inscripción en latín que indica: “He aquí dos veras efigies: una es la de San Pedro Nolasco fundador de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced, dibujada según la verdadera y natural semejanza: la otra es la imagen del Crucifijo ante la cual oraba mientras vivió y abrazado a ella expiró. Estas dos imágenes las conserva el Convento de Barcelona, primero de la Orden; y guiado por la tradición de los padres y apoyado en una escritura auténtica, las venera con reverencia filial.” “Ignacio Valls lo dibujó y grabó en Barcelona. 1764.”
Es, sin duda, “el testamento espiritual de San Pedro Nolasco”. La Redención consumada por Jesucristo es el ejemplo y modelo que Nolasco se propuso imitar, y expuso a sus hijos mercedarios. Esta arraigada estampa del fundador, arrodillado y extasiado ante la imagen de su modelo clavado en la cruz, declara mejor que cualquier disertación, la conciencia clara que tuvieron en todo momento los frailes de la Merced: la base y fundamento de la espiritualidad de su fundador fue la fiel imitación de Jesucristo en cuanto Redentor del género humano.
Volviendo al convento de Herencia, hace ahora cincuenta años, se preparaba para recibir y festejar la imagen del fundador. Hubo novena del 21 al 29 de enero, día, este último, de la fiesta de San Pedro Nolasco en aquellos años. Predicó el P. José Trabazo, culminando con una magna procesión por las principales arterias de la población. Asistieron las autoridades locales y una ingente muchedumbre se volcó en las calles para contemplar a gusto y satisfacción la nueva y hermosa imagen del santo. No faltó tampoco el carácter social y benéfico de la fiesta, se puso en marcha un ropero-taller para socorrer a los más necesitados, especialmente a madres con niños pequeños, hubo cursillos y conferencias sobre caridad y apostolado, formación para jóvenes etc. se realizó una gran colecta en pro de las vocaciones mercedarias y se solemnizaron los cultos litúrgicos de la iglesia conventual.
Ese mismo año, 1956, hubo otros estrenos en el retablo principal del templo: las imágenes mercedarias de San Serapio y de San Pedro Pascual y el encargo del magnífico Sagrario de bronce que todavía se conserva, obsequio de Don Manuel Paniagua y su señora Dolores Díaz-Meco. Otro legado de la conmemoración mercedaria fue un magnífico terno de seda blanca bordado en oro, regalado por el ilustre bienhechor Don Gabriel Enríquez de la Orden y sus sobrinas Teresa y Concha Enríquez, en nombre de su madre Doña Carmen Antolínez de Castro. A juego con este terno se conserva en la actual Casa-Museo de la Merced un bello palio para la solemnidad del Corpus.
Por el P. Mario ALONSO AGUADO, O. de M.
Publicado en el Semanario Canfali, 7-4-2006.