Non scholae, sed vitae discimus

Por lo interesante del artículo, transcribimos a continuación la tribuna realizada por Manuel José Díaz-Pacheco Galán para el nº 2 de el periódico El Rondadías. Edición marzo 2009.

“No aprendemos para la escuela, sino para la vida” (Séneca, Epistula 106,12). Pero, en realidad, Séneca lo enuncia al revés: non vitae, sed scholae discimus, criticando que se obligase a los niños a aprender para la escuela y no para la vida.

Este principio de Séneca intento mantenerlo en todo lo que enseño a mis alumnos de clásicas. La mitología, la historia, la literatura y la lengua son estudiadas teniendo en cuenta su importancia para la vida. A los alumnos les invito a compartir con los demás lo que estamos aprendiendo en el aula. Es fundamental que veamos el valor de lo que aprendemos en clase. Los saberes, si realmente son importantes, deben salir de las aulas. Como profesores deberíamos tener una mayor actividad intelectual y pública, para ser referente para los alumnos y la comunidad. Antes, hace ya muchos años, los profesores provocaban fascinación, eran uno de los grandes referentes para la comunidad. Ahora el saber de la escuela queda escondido bajo la apariencia de conocimiento que vive nuestra sociedad. Deberíamos trabajar todos por sacar a la luz la esencia del conocimiento que duerme en las aulas. La lectura de los clásicos nos sirve de carta de navegación. Una muestra. Ulises es el protagonista de la Odisea de Homero. Hace 2800 años el poeta nos cuenta el viaje del héroe griego desde la Guerra de Troya hasta su patria Ítaca. Entre las situaciones difíciles que tiene que superar en el accidentado regreso está el encuentro con las Sirenas, que vivían en un promontorio llamado Sirenusa, entre las costas de la isla de Capri y la península italiana. Las sirenas eran unas ninfas marinas, terribles mujeres con cuerpo de pájaro, que seducían con sus canto a los marineros hacia la costa, donde, tras hacerles naufragar, los devoraban, no dejando de ellos más que los huesos amontonados.

Ulises consiguió atravesar el estrecho sin dejarse engañar gracias a una estratagema. Ordenó a sus compañeros que lo ataran al mástil de su nave y que ellos se taparan los oídos con tapones de cera. De esta manera pudo Ulises escuchar el canto de las sirenas sin perder la vida. Hoy los cantos de sirena tienen diversa procedencia. Estamos asistiendo en estos meses al resultado de habernos dejado atrapar por un canto que está poniendo en jaque a la sociedad entera. Son muchos los cantos que nos amenazan con hacernos naufragar. ¿Cuáles son hoy el mástil, las cuerdas y la cera que nos permitirán sobrevivir a los cantos de sirena?

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