La Corporación Municipal de Herencia (Ciudad Real) aprobó en pleno extraordinario dos puntos por unanimidad, uno de ellos dar el nombre del querido pintor Jesús Madero, fallecido en 2012, a una calle. En esta sesión, presidida por el alcalde, el socialista Jesús Fernández Almoguera, salió adelante también una modificación presupuestaria de más de un millón de euros para realizar el pago de deuda y otras inversiones.
El pintor Jesús Madero falleció en 2012 y desde entonces el Ayuntamiento le puso su nombre al Concurso Nacional de Pintura que convoca cada año, así como le dedicó un homenaje y una muestra. Jesús Madero (1931-2012), pintor y escultor autodidacta, fue un gran amante de su pueblo y de la Mancha. El propio y gran pintor herenciano, Agustín Ubeda, recalcaba en su día de Madero “la minuciosidad de sus olivos, tatuados en la atmósfera onírica de musas hilvanando la eternidad del tiempo”, porque “ahí está Jesús Madero, legándonos episodios del paisaje herenciano que pervivirán por siempre entre nosotros”.
Jesús Madero retuvo en la mirada el recuerdo de los paisajes de su infancia en Herencia (trigales, viñedos y olivares), emigrando en su juventud a Barcelona, donde comenzaron sus inquietudes artísticas, su amor por la pintura, la fotografía, la escultura, la música, el canto, siendo tenor de la Coral Regional de Murcia y Albacete, aunque fue la pintura lo que le cautivó y le llenó de gozo. Después de 20 años en Cataluña, regresó, junto a su familia, a su amada tierra natal, La Mancha. Aquí en su ambiente, comienza a perfilarse su estilo naturalista-realista, tal y como lo definía él mismo. Una de sus mayores aficiones era dar paseos por nuestros campos y captar con su cámara los colores, luces, amaneceres, vegetación… de los alrededores de Herencia, que servirían de inspiración para sus obras.
Formó parte de la gran familia de la Universidad Popular de Herencia, cuyos participantes en el taller de pintura aprendieron a “hacer realidad la ilusión de crear”, dice su directora, cuando él fue profesor durante años tanto aquí como en Villafranca de los Caballeros (Toledo). Bajo su mirada bonachona transmitía a su discípulos, el amor a la belleza, por lo cotidiano, por aquello que nos rodea; encontrando inspiración y arte en lo más insignificante.
Cuesta olvidar la belleza en la niebla y el color de “Ovejas en la niebla”; o la tierra roja de “Tarde de tormenta”; los ojos puros del loco Don Quijote; la magia de sus “Almendros en flor”; la serenidad de “Panorámica de nuestras sierras”; la paz de “La Siega”, o su serie africana de “Alma blanca”. Muchas de sus obras han volado al extranjero (Holanda, Alemania, Estados Unidos, etc), obteniendo multitud de premios y participado en exposiciones nacionales y locales. Dejó obras inacabadas porque su estudio era un hervidero de ideas, materiales, proyectos, obras… en constante movimiento.