Los regalos de don Juan José de Austria a la iglesia parroquial de Herencia

Los regalos de don Juan José de Austria a la iglesia parroquial de Herencia

Juan José de Austria, fundador del convento de la Merced de Herencia, pintado por Jesús Madero

Don Juan José de Austria es uno de las más importantes personajes en la historia de la localidad de Herencia, pues fue el fundador del Convento de la Merced de nuestro pueblo en 1656. Además, fue Prior de la Orden de San Juan hasta 1679 (año de su muerte) por lo que su influencia en nuestro pueblo a nivel administrativo y político fue muy importante a mediados del siglo XVII. Tras su muerte dejó en su testamento que las parroquias de la Orden deberían recibir por voluntad suya una serie de elementos de plata. Las Parroquias beneficiadas fueron las de Urda, Madridejos, Villarta de San Juan, Camuñas, Villafranca de los Caballeros, Quero, Consuegra y Herencia, siendo la de nuestra localidad la más favorecida en cantidad de objetos.

Juan José de Austria, fundador del convento de la Merced de Herencia, pintado por Jesús Madero
Los regalos de don Juan José de Austria a la iglesia parroquial de Herencia 1

Seis años se tardó en cumplir las disposiciones del fallecido (hasta el 3 de Julio de 1685). En esta fecha Don Antonio Ortiz de Otalora, actuando como Secretario de la Reina María Luisa de Orleans, se pone en contacto con Simón Navarro Martínez “platero de cámara de la Reina nuestra señora” para que se pusiera manos a la obra para realizar “diferentes pieças de plata blanca y dorada de que necesitan las yglesias de los prioratos de San Juan, que era del cuidado de Su Alteza el darlas”.

En el contrato que se firmó entre el platero rea y los testamentarios de don Juan José de Austria se especificaba que todas las piezas debían estar terminadas en mes y medio “y puestas en la casa de don Antonio Ortiz de Otalora”. Simón Navarro cumplió fielmente con el compromiso pues el 30 de octubre de 1685 ya se emitió carta de pago por los trabajos realizados.

Las piezas que correspondían a Herencia eran:

            “… para la iglesia de la villa de Herencia a de hacer dicho Simon Navarro seis candelabros de plata con su cruz de altar, siendo del tamaño de a tercia de alto y an de ser de plata blanca.

Asimismo a de hacer para dicha iglesia el otorgante un caliz de plata sobre dorado con su patena, que no a de exceder su peso de cuatro marcos y medio.

Asimismo hara el suso dicho unas vinajeras y salvilla de plata blanca que no an de pasar el peso de todo de tres marcos y medio para la dicha iglesia”.

Para que veamos como Herencia fue la más beneficiada en este testamento se enumeran a continuación lo que se otorgó al resto de las villas:

  • Para la Iglesia de Consuegra: Un copón de plata.
  • Para la Iglesia de Madridejos: Un cáliz dorado.
  • Para la Iglesia de Urda: Un cofrecito dorado forrado de damasco.
  • Para la Iglesia de Villarta: Un cáliz de plata.
  • Para la Iglesia de Camuñas: Un incensario de plata, con su gaveta y su cuchara, y unas crismeras de plata.
  • Para la Iglesia de Villafranca: Un incensario de plata, con su gaveta y su cuchara.
  • Para la Iglesia de Quero: Un cáliz dorado.

Como vemos la diferencia entre lo recibido por la parroquia herenciana con respecto al resto de iglesias vecinas es más que evidente, lo cual nos da a entender el gran apego que Don Juan José de Austria tenía por Herencia.

El importe total que debía recibir el platero real por todas estas piezas era de 13536 reales y medio de vellón. En el momento de la entrega de todas las joyas recibió 4760 reales y medio de vellón (aproximadamente la tercera parte del total). El resto lo cobró en fechas posteriores.

Sin embargo era frecuente los pleitos del platero contra otras personalidades por el impago de su trabajo. Así por ejemplo, el 22 de febrero de 1693 Simón Navarro decide extender un poder a varios procuradores “para que sigan y fenezcan y acaben un pleito y demanda que tiene pendiente con los herederos del excelentísimo señor Don Pedro Portocarrero, Conde de Medellín”.

Este personaje, Simón Navarro Martínez (nacido en 1635 y fallecido en 1706) fue platero de la Real Cámara de la Reina María Luisa de Orleans (esposa del rey Carlos II). De gran valía, su gran amistad con la reina hizo que recibiese importantes encargos de la casa real a realizar por toda la geografía española, de los cuales muchos son conservados, mientras que otros, como en el caso de Herencia, han desaparecido.

Quizá uno de los más reconocidos encargos que recibió fue el de realizar la urna para San Isidro. Este santo fue canonizado en 1622 y alcanzó una gran relevancia y calado popular en Madrid y todas las comarcas de alrededor. La historia de esta urna es interesante: Muerta la primera esposa del rey, se volvió a casar con Doña Mariana de Neoburgo con el deseo de toda la corta de poder engendrar un vástago que siguiera la línea de sucesión de la Casa de Habsburgo en España. Ante la impaciencia por no conseguir los tan ansiados retoños, los médicos sometieron a Mariana a diferentes tratamientos que intentaban potenciar su capacidad de concebir. Éstos, sin lograr ese objetivo, lo único que conseguían era debilitar progresivamente la salud de la soberana. En la primavera de 1691 se pensó que los tratamientos habían dado sus frutos y que la reina podía estar preñada. Para evitar que el embarazo se pudiera malograr, los galenos españoles le hicieron tomar diversas pócimas y brebajes para contener las menstruaciones y así lograr que el posible óvulo fecundado permaneciera en la matriz de la soberana. Estos bruscos métodos y medicamentos provocaron en la reina fuertes cólicos y diarreas, para los cuales los médicos no tenían más remedio que las purgas y sangrías, que no hacían sino agravar el precario estado de salud de Mariana de Neoburgo. En septiembre, sus pérdidas de conocimiento eran continuas y se encontraba tan debilitada que se creyó estaba al borde de la muerte. Se le administraron los últimos sacramentos y se llevó en procesión el cuerpo de San Isidro a su presencia para que éste intercediera por la curación o el alma, en caso de fallecimiento, de la soberana. Dice la leyenda que la reina abrazó devotamente el cuerpo del Santo y le encomendó su curación. A principios de octubre de 1691 la enfermedad comenzó a remitir y en la Corte tuvieron lugar diferentes festejos para celebrar el restablecimiento de la reina. Como agradecimiento a su milagrosa curación, la reina Marina de Neoburgo encargó la realización de una urna de plata para albergar las reliquias del Santo. La urna que en esos momentos contenía el cuerpo de San Isidro era de madera de pino y se pensó en realizar una nueva que estuviera más a la altura de la importancia.

La obra fue realizada por el mismo platero que hizo las obras testadas por Don Juan José de Austria a los pueblos de la Orden de San Juan, Simón Navarro. Se utilizó más 1300 onzas de plata y el valor de la misma ascendió a treinta y ocho mil novecientos setenta y seis reales de vellón (38976 reales).

Como vemos Simón Navarro se movió siempre entre los altos estamentos de la época, lo que le concedió fama y prestigio. Era tal su aprecio en la casa real que en julio de 1686 solicitó el oficio de “repostero de camas”.

Los reposteros de camas eran servidores de la casa real que se dedicaban a mullir los colchones y guardar la puerta de la antecámara. Entoldaban la cámara donde dormían, hacían la cama y guardaban la puerta más próxima a la persona.

El oficio de los reposteros de camas era muy preeminente, honrado y provechoso en la casa real y no se solía dar sino a hidalgos y personas calificadas y de mucha confianza. Por el lugar que tenían siempre los reposteros de camas desde que se levantaba el miembro de la casa real hasta que se acuesta para reposar la noche, estaban cerca y a la vista de la persona real.

Tomaban los reposteros de camas la puerta de la cámara por la mañana, de mano de los monteros de Espinosa, que habían hecho su guardia la noche pasada hasta aquella hora que daban la cámara o puerta a estos reposteros, los cuales en la noche siguiente se la devolvían y daban a los mismos monteros cuando el camarero se salía y dejaba en la cámara real.

Sin duda Simón Navarro fue uno de los personajes más importantes de la sociedad artística española de finales del siglo XVII, su relación con la villa de Herencia a través del testamento de don Juan José de Austria lo hace ser protagonista de un episodio histórico de nuestro pueblo que no debe caer en el olvido.

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