El calvario de los niños españoles, los más confinados de Europa

El calvario de los niños españoles, los más confinados de Europa

David Carrero (padre) y su hijo Bruno. Fotografía David Carrero - @Carrero

Traducción del artículo «Le calvaire des petits Espagnols, les plus confinés d’Europe» de Baptiste LANGLOIS, corresponsal en Madrid del periódico francés Ouest-France. En la que sale referenciado el herenciano David Carrero Fernández-Baillo con su hijo Bruno.

David Carrero (padre) y su hijo Bruno. Fotografía David Carrero - @Carrero
David Carrero (padre) y su hijo Bruno. Fotografía David Carrero – @Carrero

Desde el 14 de marzo, los niños españoles han desaparecido de las calles. A los únicos que vemos a veces es a los niños muy pequeños que acompañan al supermercado a un padre, que no tiene a nadie que los cuide mientras tanto.

Para contener la epidemia de Covid-19 (182.816 casos, 19.130 fallecimientos), España ha implementado uno de los confinamientos más estrictos de Europa. Las salidas se limitan a las actividades esenciales: ir al trabajo, hacer la compra o sacar al perro.

Un «desgaste psicológico»

¿Y los niños? Prohibición absoluta de salir, ni siquiera durante un corto espacio de tiempo. Las consecuencias para la salud —ansiedad, estrés, obesidad— preocupan a padres y pediatras. Una petición en línea, que ha recogido 52.000 firmas, pide «el respeto de los derechos y las necesidades de los niños durante la crisis del coronavirus».

«¿Por qué se puede salir a pasear al perro y no a pasear con nuestro hijo? Se habla de las necesidades del animal. Los niños, para su desarrollo, también tienen necesidades. ¿Dónde está el problema si nos aireamos durante un corto espacio de tiempo los dos y tomamos precauciones?», se pregunta David Carrero Fernández-Baillo, 43 años.

Es el padre de Bruno, 17 meses, de los cuales lleva uno sin salir. «Empecé a teletrabajar cuatro días antes del confinamiento. Iba con Bruno a jugar con la pelota unos minutos a la plaza de enfrente, ya entonces respetábamos el distanciamiento social.» Después se decretó el estado de alarma.

David, su mujer y su hijo viven en un apartamento en el centro de Madrid, sin jardín para tomar el sol: «Hizo falta una semana para que Bruno, que se dirigía hacia la puerta con su abrigo, se acostumbrara a no salir en todo el día.»

En casa de Mar Garrido, madre soltera de un niño de 7 años y una niña de 9 años, «Durante las dos primeras semanas han saltado chispas. No son ni bebés, ni autónomos. Se requiere una gran implicación por nuestra parte», detalla la joven, que trabaja desde casa, a la cual su hermana ha venido a echarle una mano. «He intentado que se vuelvan más responsables durante su jornada en lugar de decirles siempre lo que deben hacer. Esto ha hecho que estrechemos nuestros lazos.»

Mientras que los trabajadores de la industria y la construcción han podido reanudar sus actividades, el debate sobre las etapas de un desconfinamiento se vuelve más apremiante. Algunas regiones y ayuntamientos —Galicia, Aragón, Cantabria, Madrid, Barcelona— piden que se suavicen las medidas para los niños, según el modelo francés: salidas durante un tiempo limitado y acompañados, para evitar un «desgaste psicológico».

Traducción del artículo «Le calvaire des petits Espagnols, les plus confinés d’Europe» de Baptiste LANGLOIS, corresponsal en Madrid del periódico francés Ouest-France.

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