La Orden de San Juan y su simposio histórico

Cuando todavía está caliente el olor a pólvora de las pasadas fiestas de moros y cristianos, con sus desfiles acompasados y rítmicos, por la localidad de Alcázar de San Juan, paso a redactar esta breve reseña de un libro singular. Su título lo dice todo: “Actas del Primer Simposio Histórico de la Orden de San Juan en España. Madrid, 25-29 de marzo de 1990. Consuegra, 30 de marzo de 1990” editado conjuntamente por la Diputación Provincial de Toledo y la Soberana Orden Militar de Malta e impreso en el presente año en la imprenta provincial de Toledo. El volumen posee 575 páginas, es denso, voluminoso, variado y variopinto. Si llama la atención la tardanza en la publicación de estas actas, más de un lustro, es más sorprende aún que la edición haya pasado sin pena ni gloria, ni una librería de nuestra población la tiene a la venta. Pero no ha de extrañarnos, estamos en el reino de don Quijote, que es lo se lleva y lo que vende, esto es La Mancha, donde el Ingenioso Hidalgo prolonga sus tentáculos hasta hacernos perder nuestra memoria histórica. A nadie se le ocurre ahora la infeliz idea de ponerse a hablar, y menos estudiar, el pasado del priorato de San Juan, cuya capitalidad compartieron Alcázar y Consuegra. Nuestros políticos y pensantes de turno se afanan en crear un gran parque temático en La Mancha quijotesca, grotesca y chusca, imaginaria que no imaginativa. Es penoso que los valores reales de las catorce villas que componían el gran priorato de San Juan de Jerusalén en La Mancha (Consuegra, Madridejos, Camuñas, Villafranca de los Caballeros, Urda, Tembleque, Turleque, Villacañas, Quero, Alcázar de San Juan, Herencia, Villarta de San Juan, Arenas y Argamasilla de Alba) se silencien, y en cambio intenten rizar el rizo tratando de llevar pasajes de la obra de Cervantes a sus paisajes y molinos, confundidos aquí de nuevo con gigantes imaginarios. ¿No sería más provechoso aunar energías y sumar esfuerzos para lograr la unión cultural de estos pueblos que tuvieron un pasado común? ¿dónde están sus yacimientos arqueológicos, sus tradiciones y costumbres, sus canciones y sus bailes, su gastronomía, su arte y su paisaje, sus gentes y su idiosincrasia, su historia al fin, cautiva en archivos empolvados, que nadie se molesta en rescatar? Vivimos en un mundo de cartón-piedra, donde priva lo inmediato, donde hay más Sanchos que Quijotes, más Aldonzas que Dulcineas, somos como árboles sin raíces o como casas sin cimientos. ¿Dónde está el Alonso Quijano capaz de despertar el letargo de estas gentes, apto para recuperar su pretérito y resucitar su espíritu caballeresco? ¿Por qué no una Asociación o Fundación para el fomento económico, para el desarrollo social, o un Instituto Histórico para la promoción cultural agrupando en él a las catorce villas de El Campo de San Juan, con publicación propia donde se den a luz trabajos de investigación presentados en Jornadas y Congresos entorno a esta bendita tierra? La celebración de un día anual comarcal, con carácter rotativo, en el que se exhibieran valores de estas catorce villas vendría a poner remedio a tanta desidia y abandono. Convivencia y sana armonía entre las gentes, desechando ancestrales rencillas y reyertas, es lo que se necesita para logra un nivel cultural aceptable y lograr que el pasado revierta en el presente de los pueblos.

Pero volvamos al volumen que nos ocupa, se estructura en seis secciones con títulos tan sugerentes como interesantes: La Monarquía Hispánica y la Orden de San Juan, Espiritualidad y Religiosidad de la Orden de San Juan, La Orden de San Juan y el Mar; Castillos, Encomiendas y Monumentos de la Orden; Estudios Heráldicos y Biográficos sobre Caballeros Españoles de la Orden, y La Soberanía de la Orden. En total ochenta y tres trabajos, cinco de los cuales versan sobre Herencia, lugar desde el que escribo estas líneas y donde resido habitualmente.

Tras la lectura atenta y detenida de las Actas y el repaso de sus índices, tan solo me resta desear que seamos serios y no demos la espalda a nuestro pasado, viviendo ajenos a lo que configura nuestro propio ser e historia, ignorando nuestros orígenes y creándonos un falso reino imaginario con don Quijote a la cabeza. Reivindiquemos lo nuestro, afiancemos las bases de nuestra historia real, no renunciemos, y menos nos avergoncemos, de nuestras sanas tradiciones y costumbres. Ahondemos en nuestro patrimonio, cultivemos nuestras raíces y hagamos que florezca un campo, El Campo de San Juan, en el que la verdadera cultura, la convivencia y tolerancia sean la tónica de nuestro diario vivir y existir.

Por Mario Alonso Aguado, Historiador de la Orden de la Merced.

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