Herencia desde su Rendija

Herencia desde su Rendija

Hace pocos días Antonio Carmona Marquez, vecino de Puertollano, pero natural de Almería, publicaba en el grupo de Facebook de Herencia (Ciudad Real) unas preciosas palabras en las que relataba la experiencia de su visita a esta localidad manchega. Con una escritura fluida, llena de preciosas imágenes y una gran fuerza expresiva realiza una preciosa descripción de nuestra localidad, que no queremos dejar pasar la oportunidad de compartir también en este blog. Dice así:

La copa_foto de Antonio Carmona Marquez
La copa_foto de Antonio Carmona Marquez

La niebla no puede impresionar a nadie que se haya criado en Puertollano. Se trata, seguramente, del peor fenómeno atmosférico para conducir y sin duda uno de los más peligrosos. A nuestro viajero le gusta contar por ahí que la odia, pero no es sincero del todo. En su fuero más interno, sabe que la niebla crea una realidad más íntima, cambia la perspectiva del paisaje, cuando no la anula casi en su totalidad. Y eso, de alguna manera, le evoca ciertos recuerdos que le reconfortan. Ya ha dejado atrás Arenas de San Juan y a una velocidad prudente, dadas las circunstancias, se aproxima a Puerto Lápice. Los cerros que enmarcan el borde septentrional del Cigüela deberían estar ya perfilando su silueta. Pero hoy no hay horizonte que valga. Más bien parece avanzar por un túnel grisáceo, donde de repente se van materializado árboles, viejos pozos, campos sembrados y señales de tráfico. Finalmente, aparece de la nada la pareja clásica cervantina, que da la bienvenida desde una pared encalada a todo aquel que ose visitar Herencia, en esta fría mañana de niebla.

Plaza de España de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez
Plaza de España de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez

La arteria principal le conduce a la Plaza de la Libertad. Un buen lugar para hacer un alto en el camino y tomar algo caliente. De una gran cafetería salen trabajadores con cara de satisfacción, de semana que acaba en sábado, con monos de trabajo que huelen a esfuerzo y a misión cumplida. Quizá el frío exterior hace aún más cálido y acogedor un local atiborrado de gente, café y churros. Como suele ocurrir en nuestras tierras, un bar o una cafetería cumple perfectamente las veces de improvisada oficina de turismo. “¿La Rendija?… Eso creo que está más allá de “La Copa”. Por lo pronto tiene usted que salir del pueblo en dirección a Villarta de San Juan. Antes de llegar a la sierra, verá que hay un camino asfaltado a la derecha. A esa zona le llamamos “La Pedriza”. Llegará a “La Copa” y a una de las muchas ermitas que tenemos por aquí. Un poco más adelante ya se ve la rendija en la sierra, si es que hoy se puede ver con esta niebla”.

La red de caminos al sur de Herencia es más enrevesada de lo que nuestro viajero había imaginado. Por suerte, la niebla comienza a disiparse y, aunque cree que ya conduce en la dirección correcta, no desaprovecha lo ocasión de preguntar a un señor mayor que trabaja con una azada cerca del camino.

—¡Sí, hombre, sí!… Siguiendo todo recto. Después del cruce, todo recto. Después de “La Copa” te sale un camino “haciendo pico”. Tú sigue recto. “La Rendija” se ve en el Cerro del Torcón desde el camino…

—Bueno, quizá hoy con la niebla…

—Ya se está disipando. Todavía queda aquí en la umbría, pero eso está en la solana. Ya verás. Se va a quedar una mañana estupenda—. El hombre ha aprovechado el momento para tomarse un respiro. Cada vez hay más visibilidad. Se ven columnas de humo provocadas por hogueras en la lejanía. Este señor confiesa dedicarse al terruño desde no hace mucho tiempo. En realidad desde que se jubiló. Se ha dedicado toda la vida al transporte. Nuestro viajero hace varias veces el ademán de volverse al coche para continuar su ruta. —Luego verás en seguida un camino a la derecha que sube a la Casa de don Vicente. A partir de ahí es mejor que vayas a pie. No sé yo si con ese coche vas a poder subir la cuesta…

—¿No se molestará don Vicente porque pase por allí?

—¿Don Vicente?… ¡Qué va, hombre! Si allí no hay nadie y la casa está en ruinas.

La copa_foto de Antonio Carmona Marquez
La copa_foto de Antonio Carmona Marquez

La presencia de “La Copa” se muestra imponente y nítida ante un fondo grisáceo y brumoso. No hará falta decir que esta construcción semeja la forma de una gran copa, ubicada sobre una base circular de columnas y escaleras. Herencia ha arrastrado durante siglos un grave problema de abastecimiento de agua. Durante la primera década del franquismo quedó solucionado con este depósito, alzándolo a la altura conveniente para que el agua llegara a la población con suficiente caudal, empujada por la fuerza de la gravedad. Con el paso de los años, se ha convertido en algo más que una obra de abastecimiento de agua, convirtiéndose más bien en una de sus más características señas de identidad. Los alrededores están perfectamente acondicionados para pasar un agradable día de campo, con sus mesas y bancos de madera, parque infantil para los niños. De hecho, llegan al lugar un par de vehículos con dos parejas jóvenes y sus respectivos niños. Siguiendo un camino hacia la ladera del monte se llega a una ermita blanca con friso rojo ladrillo. Tiene tres campanas y un letrero sobre granito pulido, en el que se nos explica qué familia donó estos terrenos para la custodia de la ermita.

Efectivamente, la niebla ha comenzado a disiparse y ya se puede distinguir con claridad la cara meridional del Cerro del Torcón. La Rendija es como una gran cicatriz en forma de arco, sobre su superficie pétrea. La Casa de don Vicente tiene muros anchos de piedra. Ya no tiene ventanas, ni puertas, ni tejado. Sus restos color ocre en ruinas se asientan sobre la falda de la sierra. Es el sitio perfecto para aparcar el vehículo y comenzar la ascensión. Al viajero le encantaría conocer la historia de ese tal don Vicente y esta gran casa, que ha quedado olvidada, hundida y ensamblada a este atractivo paisaje.

La Rendija_foto de Antonio Carmona Marquez
La Rendija_foto de Antonio Carmona Marquez

Ascendiendo la senda que conduce a este abrigo natural, comprueba que hay otros muchos lugares de interés en el cerro. A la izquierda hay un gran bloque cuarcítico sobre una superficie inclinada al que se dirige a buen paso. Le gusta dejar para el final lo más interesante. De vez en cuando suenan algunos disparos de escopeta no demasiado lejos de donde se encuentra, aunque el viajero ya está más que acostumbrado a este particular. Si la vista de La Rendija cautiva desde lejos, una vez que te hallas en su umbral, te invade esa sensación inquietante y enigmática que emanan estos enclaves. Lástima que apenas haya llovido este otoño. Se puede percibir el rastro de arroyos y riachuelos por sus paredes, que deben hacer aún más bello el abrigo. La oquedad se extiende por unos de 17 metros de anchura y 8 de profundidad. No es fácil moverse en su interior debido a su escasa altura y la inclinación de su suelo pulido. Tampoco resulta sencillo constatar las diferentes pinturas esquemáticas sobre sus paredes y techo. Siempre hay gente que no sabe o no quiere respetar este tipo de legado prehistórico, que ilustra numerosos abrigos y paredones de nuestra provincia, dejando su burda impronta sobre la de nuestros ancestros. Las del techo son las que mejor se conservan, aparte de unas figuras que ha reconocido en el exterior. Mirar el paisaje desde el interior del abrigo rocoso es algo así como mirar el mundo desde otra dimensión. No es de extrañar que estos lugares fueran considerados “especiales” en sí mismos, tal vez sagrados. Las expresiones pictóricas permanecerán, seguramente, indescifrables para siempre. Lo que parece evidente es la intención de “marcar” un enclave con un significado muy profundo para aquellas culturas prehistóricas y sus conciencias colectivas. El viajero escucha sobrecogido su propia respiración en ese interior silencioso y oscuro. Fuera se alinean los paredones del mismo cerro y a lo lejos se puede ver el paisaje completo y apenas ya velado por una ligera bruma.

Pintura rupeste de La Rendija_foto de Antonio Carmona Marquez
Pintura rupeste de La Rendija_foto de Antonio Carmona Marquez

Sin proponérselo, ha vuelto a Herencia por otro camino diferente. La visibilidad reinante ha puesto al descubierto la más típica de las imágenes manchegas: unos molinos de viento sobre los cerros colindantes a la población. La excursión le ha abierto el apetito y ahora le parece increíble, después de pasar una mañana húmeda y fría de niebla, estar comiendo en una terraza bajo un sol amable de noviembre. Se puede comer un buen menú con su postre y café por un precio más que razonable. Lo que no tiene precio es que además el camarero le indique a la perfección el camino más corto para llegar a los molinos. Seguro que desde allí se consigue una buena instantánea de Herencia, ya que no queda mucho tiempo para hacer una visita pormenorizada de todo lo que esta ciudad ofrece.

Puerta del Sol de la parroquia de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez
Puerta del Sol de la parroquia de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez

Pero no estaría bien ponerse en dirección a los molinos de viento, sin patear antes unas cuantas calles y plazas, para bajar un poco el condumio. El ambiente en la Plaza mayor es animado. Se nota que es un pueblo vivo, que palpita con fuerza. Destaca una fachada blanca y añil al estilo manchego y una fuente ajardinada en el centro. Las dos iglesias que ve en su recorrido son de aspecto monumental. Una de ellas tiene grabado el escudo de la orden de San Juan en un sillar sobre la puerta y la imagen del Sagrado Corazón de Jesús en lo más alto de la torre del campanario. Cerca se halla, en el interior de un perímetro enrejado, una de las antiguas fuentes de abastecimiento de agua, con sus antiguos grifos y cántaros. Un vecino le informa de que llaman “El Caño” a este lugar. Parece ser que la otra iglesia fue un antiguo convento. Llama la atención un pasadizo elevado que une la iglesia con una gran casa solariega al otro lado de la calle. Hubiera deseado nuestro viajero visitar el interior de ambas, pues le consta que tanto su arquitectura, esculturas y pinturas al óleo son de gran valor artístico. De vuelta a su vehículo, pasa junto al ayuntamiento, cuyo diseño arquitectónico sobrio y moderno, contrasta con las fachadas de las grandes casas solariegas del pueblo.

Escudo nobiliario de la actual casa de los padres mercedarios__foto de Antonio Carmona Marquez
Escudo de la antigua casa solariega de los Enriquez de la Orden_foto de Antonio Carmona Marquez
Real iglesia conventual de la MErced de HErencia_foto de Antonio Carmona Marquez
Real iglesia conventual de La Merced de Herencia

Tal como le había indicado el camarero, un camino a la derecha después de la gasolinera le conduce cuesta arriba hacia el primer molino de viento. Los molinos de viento tienen nombre: “El Ama“, “La Sobrina“, “Dulcinea“, “Maritornes“, “La Dueña Dolorida“, “La Duquesa” y “Teresa Panza“. Tampoco nos debe extrañar demasiado que se les ponga nombre a unos gigantes… Femeninos, en este caso. A unos metros del primer molino hay un vértice geodésico del Instituto Nacional Geográfico. Nuestro viajero siente debilidad por estos hitos y se apoya en él para contemplar la panorámica que ofrece. Los molinos tienen sus puertas abiertas. Cualquiera puede entrar y visitar su interior. Da pena que algunos hayan aprovechado las puertas francas para llenar todo de inmundicias. El viajero sube las escaleras al primer y segundo nivel, espantando a las palomas. Arriba del todo puedes mirar hacia el exterior en todas direcciones desde los ventanillos. Cada ventanillo es una tarjeta postal viva de un paisaje herenciano. Más tarde se sienta en un cerco circular encalado que circunda el molino. La tarde está cayendo. Desde aquí, cada ocaso es como el colofón de una gran epopeya. El viajero cae en la cuenta de que algo así habría que describirlo. En cuanto llegue a casa se pondrá a ello: el color sanguino del cielo, la sombra alargada de los míticos molinos, una ligerísima brisa haciendo girar las aspas de algún molino… Pero, ¡qué va! Pronto desiste. No encontraría las palabras adecuadas. Hay cosas que no se pueden describir. Simplemente, hay que vivirlas.

Vista desde la sierra de la Horca de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez
Vista desde la sierra de la Horca de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez
Vista desde los molinos de la sierra de la Horca de Herencia__foto de Antonio Carmona Marquez
Vista desde el interior de uno de los molinos de la sierra de la Horca de Herencia_foto de Antonio Carmona Marquez

Antonio Carmona

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