En el conjunto de la iconografía mercedaria del siglo XX, brilla con luz propia el diseño escultórico de la Virgen de la Merced del granadino Francisco López Brugos. Dicha obra marca un antes y un después en las representaciones de la Virgen Redentora de Cautivos. Fue en vísperas de la festividad de la Natividad de María, un 7 de septiembre de 1963, cuando se inauguraba oficialmente en Cájar (Granada), el nuevo noviciado de las HH. Mercedarias de la Caridad, en paraje remansado, contrastado por las blancuras níveas de sierra y el verdor soleado de la vega. La capilla, amplia y capaz, estaba presidida por la imagen de María de la Merced del escultor López Burgos. La talla llamó poderosamente la atención por su hechura y acabado. Siguiendo las directrices emanadas del Concilio Vaticano II, presenta a María como joven Doncella de Nazaret, como mujer nueva, erguida, izada sobre las partes bajas de la capa de su inmaculado hábito, éstas, recogidas en pliegues hacen las veces de peana. El rostro, agraciado y bello con grandes ojos rasgados; la melena recogida al cuello y un velo de pureza bordeando la cabeza a modo de aureola. Al pecho, un escudo mercedario, sencillo y escueto; los brazos, abiertos portando cadenas rotas. Ella es Merced para los cautivos, Liberadora de los oprimidos. Es Virgen assumpta, elevada, es la Redentora redimida, asumida por el Padre. Una obra maestra que sorprende por la suavidad del modelado envolvente, por el hábil toque de las calidades del tallado y por la armonía de las cadencias cerradas; consiguiendo materializar plásticamente el encanto con que este artista expresa el espíritu mariano de la familia mercedaria, hasta lograr esta nueva imagen de la Virgen de la Merced repleta toda ella de candidez, sencillez y serenidad.
Lo importante de la imagen que venimos describiendo es que creó escuela, su modelo se difundió rápidamente en la numerosa congregación mercedaria y aún fuera de ella. El mismo escultor logró tallar varias más, tras él, un malagueño, Miguel García Navas (Garciana), hizo lo propio; en la actualidad, otro artista, José Sánchez Conesa de los Talleres Santa Rufina de Madrid, sigue reproduciendo este modelo. Copias de esta talla encontramos en multitud de lugares de España y de Latinoamérica.
Del escultor Francisco López Brugos sabemos que nació en Granada en 1921. Fue profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Granada y Académico de Número de la de Bellas Artes “Ntra. Sra. de las Angustias” de la misma ciudad. Entre las múltiples exposiciones a las que concurrió destacan: la Nacional de Bellas Artes de 1952, 1954 y 1957; Exposición Homenaje a Vázquez Díaz; I Bienal Hispanoamericana de 1951; Concurso Nacional de 1954; Casa de América de Granada, julio de 1953; Nacional de Bellas Artes de Barcelona, en 1960, etc. Recibió importantes premios y diversos reconocimientos a su novedoso trabajo, entre otros: el Premio Nacional de escultura en 1954, la Tercera Medalla de la Nacional de 1952, o el Premio de la Diputación de Granada en la Nacional de Bellas Artes de Barcelona en 1960. Sus obras, fundidas en bronce, esculpidas en piedra, talladas en madera o modeladas en barro están muy dispersas por toda la geografía nacional: Granada, Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Las Palmas, Vitoria, Valencia, Murcia, Vigo, Bilbao, Burgos…y otras por el extranjero: Buenos Aires, Arizona, Japón…Acaso la más popular sea la emblemática Virgen de las Nieves, patrona de los montañeros, entronizada en las rocas más altas de la cumbre granadina del Veleta, en el lugar conocido como Los Tajos, un paraje de difícil acceso, de fuertes vientos y de panorámicas de ensueño.
López Burgos falleció en 1997, en la misma ciudad en que vio la luz primera, pasando a la historia del arte como escultor libre y personal. Para él, hacer arte fue comunicar y trasmitir. La bella alcanzada y los sentimientos producidos emanan, en su pensar, de la fuerza y empeño que el artista ponga en el momento de iniciar su tarea. Lo vital y lo social, lo ancestral y lo eterno, son y seguirán siendo retos para la creación artística. Desafíos que no se superarán si no se camina arriesgadamente hacia lo desconocido, hacia lo intuido por vías de sublimación e incluso de provocación.
Mario Alonso Aguado, O. de M.