De los fríos números al calor de un homenaje

De los fríos números al calor de un homenaje

Texto de Ángel Martín-Fontecha Guijarro

“La muerte no llega con la vejez, sino con el olvido”. 

Gabriel García Márquez.

Termina el mes de Julio. Tengo este escrito casi rematado desde hace algunas semanas, esperando que el esperanzador calor que podría minimizar los efectos del “bicho” hubieran puesto en escena un panorama más tranquilizador y alentador que alejara la crueldad de la primavera tan particular que hemos vivido. Sin embargo, termino estos apuntes cuando a nuestro alrededor las palabras como rebrote, confinamiento, segunda ola… se ciernen sobre un horizonte cada vez más incierto.

Hoy presento este mi particular homenaje a todos mis paisanas y paisanos que nos han dejando en estos últimos meses. A todos (fallecidos por Covid, con Covid, con patologías, sin saber por qué…), TODOS; porque las circunstancias de estos últimos meses han hecho que el último momento de la mayoría de los herencianos que nos han dejado tenga como rasgo común haber ocurrido con la soledad como triste realidad; además de la impotencia y el dolor de todas las familias (de todo un pueblo) por no poder vivir el duelo por la marcha de sus seres queridos con el acercamiento social que en esos momentos se precisa.

Cuando uno se dedica a la investigación histórica de su pueblo, como tengo el orgullo de hacer desde hace bastante tiempo, a veces he descrito dramas sociales debido a epidemias (el garrotillo o la difteria, el cólera morbo o la tan traída y llevada Gripe Española de hace un siglo). Al escribir sobre esto, por mucho que uno se identifique con las circunstancias históricas, nunca pensé que mi pueblo, mi país y, por extensión, todo el mundo viviera episodios que, a primera vista, parecen extraídos de un dramático y espeluznante guión cinematográfico.

De los fríos números al calor de un homenaje 3 Y aquí está la cruda realidad de las cifras: 64 vecinos de la localidad que nos han dejado desde el 14 de Marzo hasta el 2 de Junio (fechas que, por el desarrollo de los números, podemos establecer como principio, en nuestra localidad, del drama de la pandemia y vuelta a una quebradiza normalidad). Se trata de una cifra sobrecogedora que no debe caer en el olvido y que debe hacer reflexionar a esos absurdos negacionistas que rechazan una realidad patente y que se creen al margen del riesgo por el que aún toda nuestra sociedad transita.

64 fallecidos en mi pueblo (un dramático 450% si comparamos el mismo periodo de este fatal 2020 con el año anterior). 33 hombres y 31 mujeres, con una semana crítica con 19 fallecidos entre el 25 y el 31 de marzo; con un macabro día (el sábado 28 de marzo) con cinco fallecidos.

A estas atroces cifras hay que sumar los herencianos fallecidos fuera de su pueblo de nacimiento y enterrados en su lugar donde vivían; ésos que recorrían nuestras calles en la Feria, Semana Santa o Carnaval rememorando, año tras año, recuerdos imborrables de su Herencia querida.

64 muertos con la soledad como última compañera. Un frío 7,62 por mil que toma su verdadera dimensión cuando lo comparamos con el dato de que en todo el 2019 fallecieron 78 vecinos de la localidad (en tan sólo dos meses y medio se han ido el 82% de la cifra total de difuntos del año anterior).

Me lo repito para mí ciento de veces, 64, para tomar conciencia del descalabro, de la barbaridad. Son cifras crueles e inmanejables, pero la frialdad de estos números debe servir para ser testigos de lo que ha sucedido; que la desescalada o rebrotes, las nuevas normalidades o los dimes y diretes políticos, no deben sepultar en el olvido el dolor….

Quizá muchos, desde la ventana virtual de la televisión han visto el dolor de los ataúdes en palacios de hielo, la impotencia  de sanitarios para combatir la enfermedad, … y quizá, cegados por la luz de la pequeña pantalla, no se han dado cuenta que ese mismo dolor, esa misma impotencia ha surcado las calles de nuestro pueblo.

Por desgracia, me llora el alma cuando toma fuerza este mensaje compartido en redes sociales: “Mientras los muertos no sean tus muertos, nunca entenderás la gravedad de los que estamos viviendo”.

Hoy desde estas líneas quiero rendir homenaje a todos esos muertos, nuestros muertos. No a los números sino a los seres humanos. Las cifras están vacías; pero nuestros paisanos, por desgracia, se fueron llenos de cosas por contar. En este trágico naufragio se han quedado las vivencias de esos vecinos y con ellas sus nombres, sus motes, sus edades, sus recuerdos de carnavales y ferias, sus detalles más íntimos, sus virtudes y sus precariedades, sus amores y querencias, sus formas de mostrar las tristezas….

Y aún sabiendo que esta forma de morir de a muchos ha pasado, o así lo esperamos, sigue quedando mucho llanto sordo, muchos pésames a deshora y el recuerdo de los que se marcharon desnudos sintiendo que la nada puede abarcar aún más nada.

Y los que seguimos por aquí debemos hacer conjura con las víctimas. De las lágrimas y del dolor debe brotar la fuerza y convertirnos en el álbum conmemorativo de tantos que se fueron.

Como término de éste mi humilde homenaje permitidme la licencia de una llamada de atención. Que la tragedia que aún nos rodea nos haga revalorizar el valor de lo que realmente merece la pena, que es preciso un abandono de la lógica mercantilistia y redireccionar las inversiones públicas hacia las tareas de cuidado y de asistencia (tan laceradas en los últimos tiempos por unos y otros). Que dentro de la Medicina, con mayúsculas, no tiene cabida la mercantilización de la salud de la que somos impotentes testigos.

Un abrazo a todos.

Nota: El cuadro que ilustra este escrito es del pintor jerezano Juan Lucena, se titula ¿Qué haremos sin ellos? y está hecho en memoria de los que han muerto durante la pandemia.

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